Familia agarrada de las manos a contra luz, con el atardecer de fondo pero en vez del sol hay un cráneo

El viaje

Héctor Zapata

A la mañana siguiente

Son las cinco y diez de la madrugada, pero no es el frío lo que la mella. Solo limpio, solo limpio, se repite a sí misma, pero no puede mantener sus manos firmes Recuerda las técnicas que les enseñaron en el taller del trabajo para el control de ansiedad. Inhala, cuatro segundos, aguanta el aire, siete, y exhala, ocho. No funciona las manos siguen frías, temblorosas y una corriente eléctrica navega en su cabeza. Como puede, va pasando el trapo sobre los asientos traseros mientras busca gotas de sangre, cabellos o uñas. Se sorprende al ver que se encuentran casi igual a como los dejó ayer. Cuando termina de limpiar un asiento exprime el trapo y se persigna. El sonido de las gotas cayendo le causa confort. Comienza a tararear. Había una vez un barco chiquitoLuego limpia los asientos de enfrente, sabe que después tendrá menos tiempo para lavar cada auto, hoy no. Hoy solo son tres autos y siente que debe lavarlos a perfección, como si fueran su casa. Sigue sin hallar restos. El tararear la ha despojado un poco de su temor. Prosigue con el tablero del auto, se asegura que está desactivado, esto no la calma. Temblando, pasa el trapo alrededor de los tres botones que tiene enfrente, teniendo cuidado de no tocarlos Cuatro, siete, ochoNo debí aceptar este trabajo, piensa. Toca aspirar el suelo, pero antes debe asegurarse que no haya restos. A pesar de su gordura se hinca en el suelo con relativa facilidad y hurga cada rincón. Encuentra un par de cabellos rubios que coloca en una bolsa transparente, mueve su cabeza de un lado a otro. Se reincorpora y empieza a sentirse mal, la corriente que estaba en su cabeza la inunda de pensamientos, imagina que se observa a sí misma desde fuera del auto sentada. Y lo que antes vio normal, ahora posee un dejo de extrañeza. Nota que el auto no tiene retrovisores, ni volante, no hay checador de velocidad, ni llave para encenderse, freno de mano o cajuela. Tampoco existe la guantera, pedales o portavasos. Cuatro, siete, ocho. Cuatro, siete ocho. Se tranquiliza un poco, vuelve en sí. Vigila que no haya nadie y decide recostarse un rato en el asiento trasero. Observa el toldo gris. Quiere pensar un poco en lo que sintieron los pasajeros, quizá esto la tranquilizará, pero no llega ninguna imagen. Toma aire y en voz baja dice: Pendejos. Sale del vehículo, comienza a aspirar y vuelve a tararear. Al terminar, rocía aromatizante, su olor se le asemeja a la madera, le ocasiona nostalgia. Finalmente, a cada asiento le coloca un plástico protector. Satisfecha, observa su trabajo, reza dentro de sí un padre nuestro, vira su mirada hacia atrás y observa la flota de doscientos diez autos que saldrán dentro de una hora. Se queda inmóvil un segundo, luego toma su celular y busca ofertas de juguetes para niño.

El día del evento

El zócalo de la ciudad se ha pintado bicolor, cada color corea un pensamiento, una idea. Frente al palacio de gobierno una tarima ha sido montada, medios de comunicación han can colocado cámaras, drones navegan en el cielo y pantallas gigantes proyectan a los miles de asistentes un joven con el lema “Libertad es Muerte” pintado en el rostro, una familia hincada que reza, intelectuales portando pancartas, algunas mujeres mostrando los pechos, papel quemado, niños llorando. A ambos grupos una barda doble los divide, en medio de esta hay una hilera de policías. Son las seis de la tarde, pero por la cantidad de nubes que hay podría ser cualquier hora Sobre la tarima un hombre grande y de gruesas manos se acerca a un micrófono. Probando, probando, dice De entre la multitud del lado derecho avientan una botella hacia el hombre. Le pasa de lejos, la policía que está en primera línea comienza a empujar a la multitud La responsable ha sido grabada, en las pantallas aparece la repetición del lanzamiento de la botella. Los drones se dirigen hacia la mujer, con un láser la tienen marcada. Por momentos la pierden, pero su cabello naranja es fácilmente reconocible La multitud arroja piedras y palos a los drones, pero estos los evaden, solo logran derribar uno. A los pocos segundos, a quienes han lanzado objetos les comienza a vibrar su celular con una notificación de multa por intento de daños a la propiedad de la nación, en un archivo adjunto se muestra el video en el cual han sido grabados. Esto hace que muchos desistan. Finalmente, el cuerpo de policías rodea a la mujer y la ponen contra el suelo varios se acercan y empujan a los policías. Los drones despliegan un cable a través del cual pasa una corriente y los defensores de la joven son neutralizados. En las pantallas aparecen estas escenas y los del lado opuesto vitorean tal acto.

Foro de televisión

— Buenas tardes a las y los televidentes, también a quienes nos siguen en redes. El día de hoy estaremos transmitiendo en vivo la inauguración del proyecto UNIMOS: unidades de asistencia para el buen morir. O como lo han llamado popularmente, los autos suicidas. Para explicarnos un poco más sobre ello está con nosotros el ingeniero Rudolph Schmidt.

— Muchas gracias, Paty, por invitarme. Sin duda, un día emblemático.

— Cuéntenos ingeniero, ¿en qué consiste este proyecto?

— El gobierno y nuestra empresa, Himalaya, han colaborado para crear UNIMOS. Unidades diseñadas para que las personas que desean tener un buen morir, puedan hacerlo.

— Esto hubiera sido impensable en otros tiempos, ¿no cree?

— Probablemente. Sin embargo, desde hace varios años se aprobó en el congreso como derecho legal la terminación voluntaria de la vida, si bien algunos médicos han sido renuentes a practicarla sin causa médica de por medio. No sé si recuerda el caso del muchacho Mario M., de veintitrés años, a quien negaron el servicio…

— Sí, hubo mucho revuelo en aquellos años.

— Y, a fin de cuentas, lo intentó, aventándose desde un tercer piso. Ahora anda en silla de ruedas, disminuido de sus capacidades mentales, bajo la tutela legal de sus padres. Eso es injusticia.

— Pero ¿no deberíamos, mejor, orientarlos? ¿Darles apoyo psicológico?

— Los institutos de salud están ahí para ayudarlos. Lo importante es respetar el derecho a decidir, cambiar nuestra mentalidad ¿Quién soy yo para decirle a alguien cómo debe vestir o con quién debe relacionarse? Estos prejuicios son los que han dividido a la humanidad. Es nuestra máxima no escrita.

— Ingeniero, al parecer los primeros van a utilizar sus unidades. Vamos a la transmisión. 

En imagen aparece la secretaria de gobierno, quien parece ha terminado de dar un discurso, aplaude y con la mano indica la entrada a una familia. Aparecen tomados de la mano, un matrimonio junto a un muchacho de alrededor de veinte años y una niña. El hombre tiene barba y cabello largo, lleva un par de sandalias de las que dedos velludos asoman. La mujer lleva una pañoleta rosa en la cabeza y porta un vestido blanco. La niña parece tener dificultad para caminar y mantener fija la cabeza, luce un vestido similar al de su madre. Abajo del estrado cientos de personas parecen gritar como locos, pero los drones están sobre todos y cada uno de ellos. 

El esposo se dirige al micrófono.

— Hermanos, es una gran noche. Hoy no morimos viviremos por siempre, nos amaremos por siempre. Solo nos tenemos el uno al otro. Queremos decirles que luchamos, los que nos conocen lo sabrán de sobra. ¡Los amamos!

Después pregunta a su hijo si quiere hablar. El muchacho niega con la cabeza, solo mira al suelo y aprieta los puños. La esposa se acerca al micrófono y se quita una pañoleta, deja al descubierto su cabeza calva.

—¡No sufran por nosotros, estaremos bien! Ven hija. Mamá e hija se abrazan—. Diles adiós

La mamá toma la mano de la niña y la mueve de un lado a otro, se dirigen al auto. En el público se escuchan llantos dispersos, hasta que una voz grita ¡Se van ir al infierno! Esto arranca un aplauso del lado opuesto. ¡Los amamos! ¡Bravo, bravo! Se escucha la voz del ingeniero mientras las imágenes siguen en pantalla.

— Ahora ingresarán a la unidad. El sistema reconocerá que son tres adultos con plena conciencia y otra que está siendo tutorada legalmente, en este caso por sus papás. La cámara hace un acercamiento al tablero. Frente al tablero del conductor hay tres botones. El primero, de color verde, inicia el proceso. El rojo es para detenerlo. Aunque también, si alguna mujer, por ejemplo, se siente en peligro, puede introducirse a la unidad y presionarlo en tal caso la unidad se blindará y una patrulla irá en camino. Y el último botón, el de color rosa, es por si quieren asistencia de un voluntario, quien les explicará nuevamente el proceso y, en caso de solicitarlo, brindará atención psicológica…

— Tengo entendido que derechos humanos recomendó colocar el botón rosa con una hoja de olivo, ¿así fue? pregunta la comentadora.

— Es correcto. En un inicio querían que fuera color verde, pero se demostró que este color se entiende en el pensamiento colectivo como iniciar el proceso. De cualquier manera, dudo que alguien utilice el botón rosa.

Una luz verde se enciende encima y dentro del auto.

—¡Ha comenzado! aclara el ingeniero—. Tienen cinco minutos para detenerlo. Para ello, además del botón rojo, los ocupantes pueden abrir la portezuela o decir una serie de palabras como “alto”, “detener el proceso”, “rojo”. Pero mire… parece que están cantando.

La cámara se enfoca en el interior del auto; los adultos, así como la niña, mueven la cabeza de un lado al otro. El muchacho solo observa a la multitud, sus labios parecen estar sellados y traga saliva continuamente. En la plaza, los del bando derecho empiezan a gritar. Alto, deténganse, por favor, alto.

— Es claro que la unidad está aislada del ruido externo dice el ingeniero. Por más que griten no lo van a poder parar. Suelta una carcajada que termina en tos.

La comentadora parece agitada, sus ojos no parpadean, guarda silencio.

— ¿Estás bien Paty?

— Es la de las gotas de lluvia… la canción que están cantando dice con voz entrecortada—. Perdón, lo siento… Es demasiado, son unos bestias.

Se levanta y sale del foro.

— Paty está conmovida de lo feliz que se ve esta familia. Tan tranquila, como si se fueran de vacaciones. Vuelve a toser el ingeniero—. Perdonen, se me atora la saliva. Ahora, si se fijan, se blindarán las ventanas para evitar que se vea el proceso. Un gas dormirá a los pasajeros, no hay dolor. Nuestra compañía también patentó este procedimiento.

El auto enciende el motor y comienza a avanzar, un policía se avienta encima de él, comienza a golpear con su brazo el parabrisas. Los drones lo electrocutan y otro policía lo quita de en medio del camino.

— La unidad llevará a la familia a un crematorio. Anteriormente ellos llenaron un formato donde especifican lo que quieren que se haga con sus restos. Ellos deseaban que sus cenizas se esparcieran juntas bajo la encina de un bosque cuya ubicación no puedo revelar. Todo es automatizado.

En las pantallas se ve el auto que se aleja de la plaza.

Dos meses antes

En torno de una mesa de vidrio están una mujer entrada en los cuarenta de traje rojo un señor grande con traje negro, pantalón y corbata y un joven alrededor de los treinta con camisa azul arremangada y pantalón de mezclilla. Sobre la mesa hay unos planos y un tablero de ajedrez.

— ¿Está seguro, doctor, que primero debemos poner a la familia? ¿No es una situación demasiado…? pregunta el hombre de traje.

— Déjeme explicarle responde el joven—. Las posibilidades de conflicto son mínimas. Para ello colocaremos infiltrados hasta adelante, y algunos intelectuales de la oposición tienen reservado un lugar ¿Me sigue?

El doctor agarra los caballos negros del ajedrez y los coloca en otra parte de la mesa.

— Los intelectuales no harán otra cosa que no sea escribir una que otra frase, gritar, son quejones pero tranquilos. Solamente tenemos localizado a un grupo que pudiera armar la revuelta. 

Ambos asienten con la cabeza. La mujer golpea un cigarrillo contra la mesa, mientras que el viejo está encorvado. El joven comienza a mover las manos mientras habla y suaviza su voz.

— Para neutralizar este grupo, haremos lo siguiente diez minutos antes de que empiece el evento, una agente se hará pasar como una reaccionaria el joven toma un peón blanco y lo coloca al lado de los caballos. Ella va a aventar una botella hacia el ingeniero de audio, pero la botella será de utilería. Los drones la van a seguir y ella va a ir directo a donde está el grupo reactivo.

Coloca algunos peones negros atrás de los caballos. Acerca el peón blanco a donde están los peones negros.

— Los policías van a intentar seguirla. Cuando esté en medio de ellos, van a cerrar el grupo, y lo más probable es que uno que otro la defienda. Agarra dos peones negros y hace que se acerquen al peón blanco—. Y si tocan a un policía: ¡Saz! Los neutralizamos

Acto seguido toma los peones blancos y los choca con los negros, haciendo que estos últimos se desplomen. El viejo se recuesta sobre su asiento, muerde sus labios.

— Además añade la mujer los medios reanudarán sus transmisiones después del accidente. Pasará desapercibido, quizá aparezca en redes sociales, pero de momento habremos neutralizado cualquier intento de ataque. Habrá polémica, poca cosa.

Tanto el joven como la mujer sonríen, pero el viejo no. Parece que hay algo que no le termina de convencer.

— ¿No podríamos quitar a la familia y que solo fueran enfermos terminales o gente muy mayor? pregunta.

— Señor, la idea es que todas las personas lo puedan usar. No hay imagen más universal que el de una familia: hombre, mujer e hijos. Si ven que ellos pueden, todos los demás podrán dice el joven.

El viejo se encorva aún más, trata de ver a través de las piezas de ajedrez todas las jugadas posibles. El plan parece infalible y eso le preocupa, una temblorina recorre su cuerpo. Enciende un cigarro y con el movimiento de sus manos hace espirales de humo.

— ¿Cómo llegamos a esto? Exhala una bocanada de humo y toma una torre blanca, la mira—. ¿Qué sucede si algún policía decide frenar el auto?

Los otros se miran en silencio, cada uno piensa en qué tan posible es aquel escenario y las maneras de detenerlo.

— Tengo una idea dice el hombre joven—. Los policías que están alrededor del auto, que sean de entera confianza y que no estén armados.

— O mejor aún dice la mujer—. Cuando suceda lo del auto, las personas que presentes verán una grabación, pero habrá sucedido antes.

El hombre viejo se para y comienza a caminar de un lado a otro. Finalmente da una respuesta, como si no fuera la primera vez que hubiera pensado soluciones similares.

— Les decimos, bajo el agua, a los policías que será un montaje. Un montaje…

Muchos años antes

El niño mira a su padre una y otra vez, no entiende, solo sabe que debe recordar el vaivén que hace el pecho de su padre, las manos que nunca terminan por calentarse, cuando su madre le llora y le golpetea el pecho, las líneas del rostro que cada vez se juntan más. Despierta Oscar, despierta. Canto de delfines, de ángeles, canciones de Cri Cri ponía el niño en la casetera y aguardaba que su padre hiciera un gesto, una seña No puede olvidar la esperanza que se iba y volvía. Las veces que soñaba que al despertar su padre volvía a ser el mismo, se quitaba el respirador y lo abrazaba. Ya no puedo cuidar a tu padre, le dijo su madre. Yo lo cuido mamá, yo lo cuido. Pero el niño no entiende que él no puede cuidarlo ¿Quién lo va a cuidar entonces? Tu abuelita hijo, ella lo va a cuidar, lo podrás ver los fines de semana. Faltan unas horas para que papá se vaya, son las nueve de la noche. El niño se ha escabullido al cuarto de su padre, que desde antes dormía en cuarto aparte. Le coloca una pelota bajo la mano y la cierra con la esperanza de que la apriete, pero la pelota cae, cae, como cada noche cae. Se sienta en el sillón, mira entre las sombras a los amigos de su papá que cuando le visitaban decían tu papá era pura fiesta, pura fiesta, mientras sonríen y se les va la vista a una faceta que el niño nunca conocerá. El tiempo es lento, pero son demasiadas cosas las que debe de recordar, ¿por qué se va, por qué se tiene que ir? Tu papá chocó, está muy mal, iba con otra mujer. Se acerca al oído de su padre Papá, te quiero mucho, no te vayas. Quiere llorar, pero sabe que su papá no lo dejaría. Papá, abre los ojos. El niño no entiende porque lo obsesionará la muerte, porque dentro de muchos años seguirá soñando con un auto que siempre choca. Y que de ese sueño germinará una idea.