
El día que nevó
Samantha Rojas
Los primeros copos cayeron en la noche. Era la primera vez que sucedía en diciembre, el mundo entero había amanecido con una capa blanca y la temperatura más helada que se hubiera reportado en la humanidad. Ese día se reportaron miles de muertes y ciento cincuenta desaparecidos. Cuando navegué en internet, descubrí que se trataba de un fenómeno que ocurría cada quinientos años y lo llamaban: «El día que nevó».
Mi habitación tenía pequeñas lagunas de nieve derretida, y la ventana se volvía blanca por la escarcha. Me puse tres suéteres, unos guantes y un gorro. Limpié el suelo. Nevaba con intensidad y el viento silbaba como si un huracán se aproximará. La luz parpadeó hasta que percibí un ruido de algunos truenos y la casa se quedó en tinieblas. Encendí velas. La de la cocina la tuve que prender tres veces. Caminé a la entrada y un aroma a incienso brotó. Las sombras bailaban, junto con el fuego de las velas. Escuché que recorrieron una silla y corrí a la sala. Un ser de pelaje azul, de alrededor de dos metros de alto, con uñas tan largas como las garras de un felino, dientes grises y manchas rojas entre sus manos y boca, sopló la vela.
Corrí a la cocina. Antes de que me atacará busqué un cuchillo y se lo clavé en el brazo. Ese enorme ser chilló. Tomé la caja de cerillos y le lancé uno encendido que le cayó en el rostro. Fui a la entrada y salí de la casa. Escuché sus pisadas detrás de mí, giré la cabeza, tenía la cara ensangrentada, olía a quemado y gritaba. Avancé a la carretera, se oyeron los chirridos de un motor y solo sentí que me empujaron.
Desperté en un hospital. Me enteré que otros pacientes también fueron atacados por un ser de pelaje azul. Cuando busqué en internet sobre lo ocurrido, un artículo mencionó que hubo más seres como ese en el planeta. Y en otra página, decía que algunas personas olvidaron los hechos ocurridos, pues aseguraban que un virus los enfermó y provocó tantas muertes. Anoche, cuando regresé a mi casa, encontré algunos dientes y el cadáver de una persona. Me mudé.
Desde entonces sueño con pelos azules y seres que me persiguen, espero algún día ya no soñarlos.