
Ustedes brillan en lo oscuro: somos candiles del universo
Reseña de Liliana Colantzi
La montaña fluye, el río está sentado anuncia el epígrafe -firmado por Dogen, maestro Zen del siglo XII- de “Ustedes brillan en lo oscuro”, obra ganadora del VII Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Atentos a estas palabras, pues son a un tiempo declaración de intenciones y clave de lectura de los seis cuentos en los que su autora, la boliviana Liliana Colanzi, barajará ante nosotros espacios semiurbanos y tropicales habitados por personajes condenados por la causalidad y la casualidad, estructuras narrativas atomizadas –y otras tersas como los cuentos de hadas– y una serie de temas hábilmente bordados bajo el signo de la ficción sobre el tiempo, la materia y el sitio que ocupan los seres humanos en la ecuación primigenia.
En las primeras páginas se nos transporta a una cueva; en los alrededores, la estepa nevada. Nos encontramos en los albores de la humanidad. Una mujer prehistórica, en busca de alimento, tropieza con una piedra. Está embarazada. Los aullidos de los coyotes, a lo lejos, corean el alumbramiento forzado por el accidente…
Los siglos se deslizan a la velocidad de nuestros dedos al pasar la página: ahora seguimos de cerca a una ayudante de cocina, oriunda del estado mexicano de Oaxaca. Va de camino a casa una noche de tormenta y para guarecerse habrá de cobijarse dentro de la cueva. Entre las paredes de roca, sobre lechos cubiertos de musgo y en la bóveda tapizada de guano también se cobijan otras vidas: troglobios, organismos minerales, murciélagos y musgos. Van y vienen de forma intermitente a través de los siglos, palidecen y resurgen transformados; y los hombres y las mujeres y sus guerras y amoríos y exploraciones acaen en el exterior. Allá afuera.
La historia de nuestra raza no es más que un pequeño eslabón en el devenir de algo más grande que nosotros mismos, parece sugerir la narradora de La cueva. Si cabe especular, algo mucho más caudaloso que ese río que Heráclito de Éfeso quizás asemejó al tiempo: el devenir de la naturaleza.
Tal andamiaje filosófico, o especulativo, cimienta “Ustedes brillan en lo oscuro” en la idea de que moviendo al mundo de su eje antropocéntrico podemos atisbar, por mero efecto del contraste estético, las cualidades mágicas, sobrenaturales o, cuando menos, asombrosas del mundo que nos rodea.
No es solo cuestión de perspectiva, desde luego. La revelación depende en gran medida del encantamiento que el cuento ejerce sobre el lector. Y es que Liliana Colanzi, en tal sentido, es una narradora en buena posesión del silencio, de los espacios en blanco, de la elipsis y la sugerencia como herramientas de descripción, así como de una intuición sagaz para cincelar el discurso de cada historia.
En Atomito, otra pieza clave del libro, pisamos los talones a un grupo de jóvenes marginados cuyas vidas gravitan en torno a las tres torres del reactor de la Central Nuclear de la ciudad de Abajo. Este espacio, pincelado con uno de esos tonos fuera de todo realismo que tan bien se cultivan en Latinoamérica, entre el urbanismo enrarecido y la distopía ciberpunk, resulta en muchos sentidos equiparable a la cueva del primer cuento como catalizador de cambios biológicos y sociales.
Lo mismo puede decirse de la historia que da título a la colección, un recuento prolijamente documentado del accidente nuclear acontecido en la ciudad brasileña de Goiania en 1987, cuando dos recolectores de basura rescataron de entre los restos de una máquina de radioterapia una sustancia altamente radiactiva contenida dentro de una cápsula. Es de admirar cómo la exposición de la información en este texto, dividido en doce partes, nunca sobrepasa a la dramatización ni escamotea a la narración el halo de magia (mortífera) que emana del polvo fosforescente ante los ojos de unos personajes cuya curiosidad resulta conmovedora. Curiosidad que acabó con sus vidas en cuestión de días.
En ese mismo tenor, la estructura de “La cueva”, “Atomito” y “Ustedes brillan en lo oscuro”, similar a un collage, acentúa la distinción entre tiempo y materia narrativa de forma audaz: mientras la pluma de la autora describe el relato de los ires y venires de sus personajes en una serie de líneas temporales desplegadas sobre el mundo cotidiano, las reacciones nucleares que se cuecen en las entrañas de la Central de Ciudad de Abajo, o dentro de la cápsula de Cesio-137, o en el crisol orgánico de la cueva, lo hacen a un ritmo radicalmente distinto: el de los brebajes alquímicos.
Como si las más esenciales de las partículas del universo, a despecho de la intervención humana, sugiere Colanzi, aún se guardaran un as bajo la manga. Una última sorpresa de la que solo seremos testigos estáticos. Porque, por lo menos en estos cuentos de pura sangre especulativa, “nuestro” mundo es su reino y la humanidad, su consciencia finita, brilla alumbrando algunos de sus misterios.
Julio César Ortega López